sábado, 8 de marzo de 2014

Lunáticos.

Desde pequeña siempre me han enseñado que existe el bien y el mal, las buenas acciones y las malas acciones – siempre tachándolo todo de negros y blancos – pero, desde hace algún tiempo – y con ello me refiero a años (como la típica anécdota que la datas como “el otro día”) – me he planteado seriamente si realmente esa clasificación es correcta.

Veréis, yo siempre voy a vivir con la idea de que aquel que hace malas acciones, recibirá castigos acordes con sus actos; y, por el contrario, quien hace buenas acciones, recibirá premios acordes con sus actos. Sin embargo, nunca he creído en blancos y negros, yo siempre he sido de grises.

Ante una mala acción, me planteaba seriamente el porqué de ésta: si ha robado una barra de pan, ¿no será porque tiene que alimentar a su familia?; si ha mentido; ¿no será porque quería proteger algo ante el daño de la verdad?; si gritaba y molestaba, ¿no sería porque ansiaba proclamar algo a todo el mundo? Nunca he sido capaz de ver las malas acciones como únicamente el negro que se le atribuyen.

Sin embargo, tampoco he sido capaz de ver las buenas acciones única y exclusivamente con el blanco que se le atribuyen:

De acuerdo, tal vez esté mintiendo. Para mí, las personas son esencialmente buenas – por mucho que la gente diga que nuestra naturaleza es egoísta y acaparadora – y no pretenden el mal, tan solo se desvían de su camino.

Hace no mucho, comentaba con un colega el hecho de que toda persona necesita sentir que está en este mundo por algo. Pues bien, considero que aquellas personas que realizan el mal, no encuentran ese sentido, ese hecho que les hace sentir completos. Por lo tanto, por ese mero motivo – y debería escribir mero entre comillas por lo inútil de su participación en la oración – acuden a tergiversar su existencia hasta el punto de convertirla en algo malévolo.

De este modo, (y sin mucha lucidez debido a la altas horas de la madrugada) – y tal vez a alguna copa de más – voy a arriesgarme a decir que lo único que necesita toda persona para vivir en paz consigo mismo y con los demás es una razón de ser en este mundo.

Así pues, propongo algo: ¿por qué no vamos por las calles repartiendo razones?

Si realmente me habéis entendido, enhorabuena, sois algunos lunáticos más a favor de la benevolencia del ser humano, por el contrario, si no lo habéis hecho, estáis demasiado cuerdos para seguir leyéndome.