Desde pequeña siempre me han enseñado que existe el bien y el mal, las
buenas acciones y las malas acciones – siempre tachándolo todo de negros y
blancos – pero, desde hace algún tiempo – y con ello me refiero a años (como la
típica anécdota que la datas como “el otro día”) – me he planteado seriamente
si realmente esa clasificación es correcta.
Veréis, yo siempre voy a vivir con la idea de que aquel que hace malas
acciones, recibirá castigos acordes con sus actos; y, por el contrario, quien
hace buenas acciones, recibirá premios acordes con sus actos. Sin embargo,
nunca he creído en blancos y negros, yo siempre he sido de grises.
Ante una mala acción, me planteaba seriamente el porqué de ésta: si ha robado una barra de pan, ¿no será
porque tiene que alimentar a su familia?; si ha mentido; ¿no será porque quería
proteger algo ante el daño de la verdad?; si gritaba y molestaba, ¿no sería
porque ansiaba proclamar algo a todo el mundo? Nunca he sido capaz de ver
las malas acciones como únicamente el negro que se le atribuyen.
Sin embargo, tampoco he sido capaz de ver las buenas acciones única y
exclusivamente con el blanco que se le atribuyen: …
De acuerdo, tal vez esté mintiendo. Para mí, las personas son
esencialmente buenas – por mucho que la gente diga que nuestra naturaleza es
egoísta y acaparadora – y no pretenden el mal, tan solo se desvían de su
camino.
Hace no mucho, comentaba con un colega el hecho de que toda persona
necesita sentir que está en este mundo por algo. Pues bien, considero que
aquellas personas que realizan el mal, no encuentran ese sentido, ese hecho que
les hace sentir completos. Por lo tanto, por ese mero motivo – y debería
escribir mero entre comillas por lo
inútil de su participación en la oración – acuden a tergiversar su existencia
hasta el punto de convertirla en algo malévolo.
De este modo, (y sin mucha lucidez debido a la altas horas de la
madrugada) – y tal vez a alguna copa de más – voy a arriesgarme a decir que lo
único que necesita toda persona para vivir en paz consigo mismo y con los demás
es una razón de ser en este mundo.
Así pues, propongo algo: ¿por
qué no vamos por las calles repartiendo razones?
Si realmente me habéis entendido, enhorabuena, sois algunos lunáticos
más a favor de la benevolencia del ser humano, por el contrario, si no lo
habéis hecho, estáis demasiado cuerdos para seguir leyéndome.