viernes, 21 de agosto de 2015

Revuelto de corazón y tripas.

Latidos. Lentos. Crujen.
Lo guardé en un puño. Alguien lo abrió y se lo comió frente a mí.
Ahora, cuando camina, se escucha cómo retumba.
Y se escucha un ligero llanto detrás.

Siempre atada. Siempre esclava.

Pero estoy bien así. No me importa.
Prefiero sentir dolor a no sentir nada.
¿Qué sería entonces?
Sin mi alegría no soy nadie. Pero sin sentimientos no soy nada.

Estoy aquí para que algo de mí suene en el mundo.

Aunque sea el amasijo revuelto de los pedazos de mi corazón.
Chocando entre ellos en su estómago.
¿Por qué los puso en su estómago?
Se suponía que lo iba a unir al suyo.
No que se lo iba a comer.
Delante de mí. Torturándome.

Ahora, mi llanto es mi melodía.

Y la de toda mi vida. No solo del momento.
Tal vez alguna vez decida vomitar los pedazos.
Y yo estaré ahí para unirlos con sus jugos gástricos.
Qué desagradable. Pero qué oportuno.
Ni siquiera sé si tiene sangre en las venas.
Tendré que descubrirlo.


No me queda otra.