miércoles, 5 de septiembre de 2018

La última vez.

Fotografías y conversaciones entrelazadas,
recuerdos y heridas que aún no sanan,
labios y puñaladas por la espalda.

Todo ello mientras me observo en el espejo,
un pasillo oscuro tras mi reflejo,
la silueta que me persigue aparece de nuevo.

Su mano se posa sobre mi hombro,
aprieta fuerte como si quisiera romperme del todo,
tal vez su tacto hasta me dé morbo.

Tengo tiempo para una última vez antes de que aparezca nadie,
me tumbo en la cama y mis dedos marcan el baile,
mis gemidos, cada vez más rápidos, rompen el aire.

La silueta me observa desde el umbral de la puerta,
yo la miro fijamente a través de mis piernas abiertas,
y justo cuando voy a llegar al clímax, no duda y entra.

Se abalanza sobre mí, aplastando mi pecho con su cuerpo,
me cuesta respirar, pero no me importa, no me muevo,
la miro a los ojos y comprende lo que deseo.

Su peso se multiplica y mis huesos ceden,
la sal y el metal se entremezclan como quieren,
ya no siento nada, nada duele.

Solo existe su frío beso,
beso que evoca el recuerdo,
de que en esta vida,
solo cuentan la muerte y el sexo.