lunes, 2 de febrero de 2015

Piel de serpiente.

Recuerdo cada instante en el que tu cuerpo se estremecía ante el contacto de mi voz… recuerdo cómo te acariciabas mientras yo te observaba… Recuerdo cómo tu piel se iba tornando de serpiente.

Tu cuerpo completamente ardiente se encontraba echado sobre el suelo, sobre el frío suelo que parecía derretirse a cada movimiento de tus caderas… Esas caderas incitaban a besarlas, incitaban a no permitirlas permanecer estáticas.

Quería que permanecieras en un movimiento constante, como si de una Falsa Coral te tratases. Quería que te guiaras con tu lengua por mi cuerpo a la par que yo hacía lo mismo con mis manos sobre el tuyo, como si quisiera arrancarte la piel antes de que tú la mudaras.

Ansiaba que te convirtieras en ese animal de sangre fría, que me inyectaras tu veneno hasta hacerme desfallecer, que mordieras mi cuello como si fueses una vampiresa, que tu cuerpo serpentease sobre el mío mientras nos dejábamos llevar por el instinto.

Me sentía incapaz de apartarte la mirada, pues esos ojos eran de basilisco, capaces de dejarme completamente de piedra. Sin embargo, tu lengua se entrelazaba con la mía evitándome cualquier mal, otorgándome toda la sabiduría que necesitaba en esos instantes.

Así, mientras nos devorábamos irremediablemente la una a la otra, combatimos las leyes de la naturaleza, pues sudamos y jadeamos…


Casi como si fuésemos animales de sangre caliente.