miércoles, 22 de agosto de 2018

Cada noche.

Llego a casa, probablemente borracha. Me pongo el pijama, cojo un cigarro y voy al balcón.

Todas las noches lo mismo.

Mientras el humo se disipa entre la luz de las farolas, observo a mi alrededor. Aparece la misma chica.

Todas las noches lo mismo.

Camina segura de sí misma, pero sin evitar mirar a todas partes. Siempre acaba alzando la mirada y apartándola al instante al percatarse de que yo estoy ahí.

Todas las noches lo mismo.

Yo me quedo mirándola. Tratando de no incomodarla. Veo cómo saca las llaves rápidamente, no sin antes echar un vistazo hacia atrás.

Todas las noches lo mismo.

Abre la puerta y siento cómo respira aliviada, aunque no pueda escucharla.

Todas las noches lo mismo.

Y es que esa chica he sido yo en muchas ocasiones. Asustada por aquello que pudiera llegar.

Todas las noches lo mismo.

Ojalá algún día me asome al balcón y la vea llegar completamente despreocupada y abrir la puerta sabiendo que ya está en un lugar seguro.

Todas las noches lo mismo

Y ojalá cambie. Ojalá sea diferente.

martes, 14 de agosto de 2018

Felicidad.


¿Qué fue lo último que te hizo realmente feliz?

Me lo preguntó con los ojos cristalinos, casi como si se lo preguntara a ella misma. Casi no podía mirarla. Involuntariamente giré mi cabeza y fijé la mirada hacia el horizonte. Faltaba poco para que amaneciera.

Di una calada al cigarro y sentí el peso de su mano sobre mi hombro. La miré de reojo, casi dando la vuelta a las cuencas de mis ojos con tal de no girar la cabeza hacia ella. Su mirada también estaba clavada en las montañas. O en el cielo. No podría saberlo.

Los dos en el balcón, completamente abstraídos del mundo, pensando en qué es lo que verdaderamente merece la pena de él.

Ella suspiró sonoramente y se marchó. Ni siquiera estoy seguro de si se quedó un rato dentro, esperando por si se me ocurría seguirla. Pero ni siquiera sentí las ganas de hacerlo. Ni mínimas. La poca fuerza que me quedaba tras aquella pregunta la utilicé para alcanzar la cerveza que estaba en la mesa.

Pegué un trago. Estaba ya caliente. No sé cuántas horas habíamos estado fuera hablando. O tal vez en silencio. He perdido la noción del tiempo. Di otra calada al cigarro, que se consumía rápidamente por el viento.

El sol empezaba a dejarse entrever por las montañas. Con los primeros rayos sobre mi rostro, pude notar la diferencia de temperatura que había entre mi frente y mis mejillas. Estaba llorando.

Ni siquiera me había dado cuenta. Intenté darle una última calada al cigarro, pero mis lágrimas lo habían apagado. Estaba llorando mucho. En silencio. En un absoluto silencio.

¿Y si nunca he sido feliz?

lunes, 13 de agosto de 2018

Otro día menos.

Hoy he vuelto a pensar en ti.

Nada más despertar, he tenido que coger la botella de agua para calmar el dolor.

Por mi cabeza han pasado miles de imágenes, sobre todo de la última vez en la que pasaste por mi cama.

Aquella vez no quisiste quedarte. No lo entendí, sinceramente, pero lo respeté y te olvidé.

En alguna otra ocasión te he recordado, fugazmente. Como cuando estaba sentada en las rocas y vi la marea subir, amenazando con llevarme mar adentro, como me amenazaste tú.

Pero ninguna ha sido tan real como hoy. Hoy realmente notaba tu mano arder en mi pecho, como si desde algún lugar en el que no pudiese verte, trataras de arrancarme el corazón.

Pese a ello, he sido capaz de levantarme. Todo parecía ralentizado. Era como si fueras a aparecer en cualquier momento. Casi estaba esperando que tocaras al timbre antes de que yo tuviera la oportunidad de marcharme.

Afortunadamente, me ha dado tiempo de huir de mi casa. Estar encerrada con mis pensamientos, contigo en mi cabeza, no era lo más conveniente.

Aunque no sé qué fue peor. Si estar tirada en la cama pensando en ti o enzarzarme en un paseo por carretera de más de media hora.

Ese paseo me ha recordado a cuando nos perdíamos por los caminos más sinuosos. Con los coches pasando tan cerca y los árboles tapando el sol a duras penas. 

Pero la música lograba sacarme de ese estadio entre la oniria y la conciencia y me centraba en caminar hacia delante, intentando no recordarte.

Sin embargo, aquí me encuentro. Escribiéndote de nuevo a altas horas de la madrugada, sobre mi cama. Eres más recurrente de lo que esperaba y a veces me planteo ir a buscarte yo. 

Porque incluso creo, que si apareces, podría acabar con todos estos pensamientos y quedarme en blanco. 

Pero en otras ocasiones creo, firmemente, que mejor si no apareces. Que mejor si no te encuentro. Porque entonces cada día que llegue a la cama, será otro día menos.