lunes, 13 de agosto de 2018

Otro día menos.

Hoy he vuelto a pensar en ti.

Nada más despertar, he tenido que coger la botella de agua para calmar el dolor.

Por mi cabeza han pasado miles de imágenes, sobre todo de la última vez en la que pasaste por mi cama.

Aquella vez no quisiste quedarte. No lo entendí, sinceramente, pero lo respeté y te olvidé.

En alguna otra ocasión te he recordado, fugazmente. Como cuando estaba sentada en las rocas y vi la marea subir, amenazando con llevarme mar adentro, como me amenazaste tú.

Pero ninguna ha sido tan real como hoy. Hoy realmente notaba tu mano arder en mi pecho, como si desde algún lugar en el que no pudiese verte, trataras de arrancarme el corazón.

Pese a ello, he sido capaz de levantarme. Todo parecía ralentizado. Era como si fueras a aparecer en cualquier momento. Casi estaba esperando que tocaras al timbre antes de que yo tuviera la oportunidad de marcharme.

Afortunadamente, me ha dado tiempo de huir de mi casa. Estar encerrada con mis pensamientos, contigo en mi cabeza, no era lo más conveniente.

Aunque no sé qué fue peor. Si estar tirada en la cama pensando en ti o enzarzarme en un paseo por carretera de más de media hora.

Ese paseo me ha recordado a cuando nos perdíamos por los caminos más sinuosos. Con los coches pasando tan cerca y los árboles tapando el sol a duras penas. 

Pero la música lograba sacarme de ese estadio entre la oniria y la conciencia y me centraba en caminar hacia delante, intentando no recordarte.

Sin embargo, aquí me encuentro. Escribiéndote de nuevo a altas horas de la madrugada, sobre mi cama. Eres más recurrente de lo que esperaba y a veces me planteo ir a buscarte yo. 

Porque incluso creo, que si apareces, podría acabar con todos estos pensamientos y quedarme en blanco. 

Pero en otras ocasiones creo, firmemente, que mejor si no apareces. Que mejor si no te encuentro. Porque entonces cada día que llegue a la cama, será otro día menos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario