De giros, saltos y
tropiezos va todo esto. De un no saber el camino. De ir a ciegas rozando
paredes con los nudillos.
Que parece
arriesgado, sí. Pero qué satisfactorio. Nunca sabemos qué hacemos. Pero algo
nos empuja a ello.
No parece sencillo.
Tampoco queremos que lo sea. ¿De qué serviría que lo fuera? Caería en la
rutina, en el aburrimiento.
Y nadie quiere eso.
Correr por las líneas
de una mano. Sin esperar que cuando se llegue al final haya algo que impida el
gran salto. Correr sin pensar que se puede cerrar en un puño.
Pero qué más dará, si
así es como llevamos el corazón. Bien agarrado, pero a la vista de todos. Porque de nada sirve
ocultarlo. Porque de nada sirve resguardarlo. Que lo dañen lo que quieran.
Es
tan fuerte como su dueña.
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