Todos empezamos siendo mudos, incapaces de
caminar e incapaces de valernos por nosotros mismos. Necesitamos el apoyo de
otras personas para aprender, y la vía más rápida es imitando sus acciones, sus
gestos, su forma de hablar... pero eso me hace cuestionarme algo… ¿quiénes
somos realmente?
Si desde siempre hemos vivido imitando,
¿quiere decir eso que no tenemos una personalidad propia? ¿Quiere decir eso que
todos somos plagios modificados, evolucionados?
Al pensar eso me siento estafada. ¿Por qué nos
creemos únicos entonces? No tiene sentido.
Con
estos pensamientos en mente, camino a oscuras por el pasillo de mi casa, es
largo y lleno de espejos adosados a las paredes, con varias habitaciones que se
reflejan levemente en éstos. Mi silueta se confunde con la negrura de mi dulce
hogar, dudo de si soy yo o hay algo que me persigue entre las sombras.
Por fin
llego a mi habitación y enciendo una pequeña lámpara que ilumina el habitáculo
tenuemente. La luz tiñe los muebles de un tono anaranjado. Sobre la mesa puedo
ver esa figura de Harry Potter que me regalaron de pequeña, ese par de dados de
la “suerte” y una fotografía con mi hermana que tendré por siempre. Llevada por
la añoranza y por el frustrante pensamiento de creer que tan solo soy un cúmulo
de personas que he ido imitando a lo largo de mi vida, cojo la rosa negra que
me regaló una amiga hará ya un par de años atrás por San Valentín (bonito
detalle, por cierto. Considero que en fechas tan señaladas debería celebrarse
el amor en sí, ya sea fraternal como entre amantes), la huelo pese a que
carezca de olor alguno y saboreo los recuerdos.
Los recuerdos… los recuerdos de cada uno sí
son únicos. Nadie posee exactamente los mismos recuerdos, ni siquiera si han
vivido la misma situación dado que cada persona tiene su propia perspectiva al
observar los hechos. Entonces los recuerdos son aquellas experiencias pasadas
y, como siempre se dice, “de las experiencias se aprende”.
Pensando
esto, comienzo a mirar a mi alrededor; esa rosa imperecedera que me regaló mi
mejor amigo cuando salí de la operación, esa letra de canción que siempre
cantaba en clase con la que entonces fue mi compañera y la que ahora es mi
amiga, ese dibujo calcado de mi anterior libreta por la que entonces era mi
mejor amiga, ese collar hawaiano que me regaló una muy buena amiga en una noche
de fiesta tras un año sin verla, ese escrito en el que una vez me compararon
con una “rosa sin espinas” (pobre ingenuo), esa fotografía de cuando hacía
hípica, múltiples folletos de concursos de escritura, mi poema favorito junto a
una rosa seca… todo ello conforma mi pasado y, en cierto modo, caracteriza mi
presente.
Sin
embargo, sigo mirando a mi alrededor, veo más cosas; ese dibujo de mi serie de
animación favorita, esa caracola con forma de estrella (fue increíble que me
regalara esto, teniendo en cuenta mi pasión por las estrellas y la Luna), esa
bolsa del musical del Rey León con el CD dentro, la carta que recibí por mi
décimo octavo cumpleaños, las púas de uno de mis grupos favoritos (Aerosmith, grandes),
la pulsera que me regaló la primera vez que visité Madrid… y ese otro dibujo
surrealista que me inspira tranquilidad, y a su vez motivación por lograr mis
sueños… Todo esto conforma mi presente y
caracteriza mi futuro.
Es cierto, lo que estoy viviendo ahora no es
fruto de mi imitación de los demás, lo que estoy viviendo es fruto de mis
propias experiencias. No ando a ciegas, como iba hace un rato por mi pasillo,
tengo un sueño y unos objetivos. Pero lo mejor es que no me hallo perdida en un
sórdido camino, sino que éste se encuentra perfectamente iluminado hacia mi
meta.
En ese
preciso momento, decido volver a caminar por el pasillo y, a medida que avanzo,
puedo ver que los espejos reflejan a la perfección esa silueta que consideraba
la mía propia y que, sin embargo, era la de ella. Ahí está siempre,
protegiéndome e iluminándome a diario, aunque no la vea, como la Luna. Por muy
lejos que esté de mí, puedo abrazarla cada noche, pues su crepúsculo me arropa.
Entonces es cuando por fin me doy cuenta: somos
únicos por nuestro pasado, somos únicos por nuestras decisiones, somos únicos
por nuestros sueños, somos únicos por la gente con la que vamos… somos únicos
por la persona a la que amamos.
Espero que os haya gustado, porque a mi me ha encantado escribirlo.
Por cierto, el dibujo que veis en la fotografía es de Cristina Medina, aquí tenéis su web: http://cristinamedsan.wix.com/fotobook :)
¡Hasta la próxima!
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