jueves, 3 de octubre de 2013

Somos únicos.

Todos empezamos siendo mudos, incapaces de caminar e incapaces de valernos por nosotros mismos. Necesitamos el apoyo de otras personas para aprender, y la vía más rápida es imitando sus acciones, sus gestos, su forma de hablar... pero eso me hace cuestionarme algo… ¿quiénes somos realmente?
Si desde siempre hemos vivido imitando, ¿quiere decir eso que no tenemos una personalidad propia? ¿Quiere decir eso que todos somos plagios modificados, evolucionados?

Al pensar eso me siento estafada. ¿Por qué nos creemos únicos entonces? No tiene sentido.

Con estos pensamientos en mente, camino a oscuras por el pasillo de mi casa, es largo y lleno de espejos adosados a las paredes, con varias habitaciones que se reflejan levemente en éstos. Mi silueta se confunde con la negrura de mi dulce hogar, dudo de si soy yo o hay algo que me persigue entre las sombras.
Por fin llego a mi habitación y enciendo una pequeña lámpara que ilumina el habitáculo tenuemente. La luz tiñe los muebles de un tono anaranjado. Sobre la mesa puedo ver esa figura de Harry Potter que me regalaron de pequeña, ese par de dados de la “suerte” y una fotografía con mi hermana que tendré por siempre. Llevada por la añoranza y por el frustrante pensamiento de creer que tan solo soy un cúmulo de personas que he ido imitando a lo largo de mi vida, cojo la rosa negra que me regaló una amiga hará ya un par de años atrás por San Valentín (bonito detalle, por cierto. Considero que en fechas tan señaladas debería celebrarse el amor en sí, ya sea fraternal como entre amantes), la huelo pese a que carezca de olor alguno y saboreo los recuerdos.

Los recuerdos… los recuerdos de cada uno sí son únicos. Nadie posee exactamente los mismos recuerdos, ni siquiera si han vivido la misma situación dado que cada persona tiene su propia perspectiva al observar los hechos. Entonces los recuerdos son aquellas experiencias pasadas y, como siempre se dice, “de las experiencias se aprende”.

Pensando esto, comienzo a mirar a mi alrededor; esa rosa imperecedera que me regaló mi mejor amigo cuando salí de la operación, esa letra de canción que siempre cantaba en clase con la que entonces fue mi compañera y la que ahora es mi amiga, ese dibujo calcado de mi anterior libreta por la que entonces era mi mejor amiga, ese collar hawaiano que me regaló una muy buena amiga en una noche de fiesta tras un año sin verla, ese escrito en el que una vez me compararon con una “rosa sin espinas” (pobre ingenuo), esa fotografía de cuando hacía hípica, múltiples folletos de concursos de escritura, mi poema favorito junto a una rosa seca… todo ello conforma mi pasado y, en cierto modo, caracteriza mi presente.
Sin embargo, sigo mirando a mi alrededor, veo más cosas; ese dibujo de mi serie de animación favorita, esa caracola con forma de estrella (fue increíble que me regalara esto, teniendo en cuenta mi pasión por las estrellas y la Luna), esa bolsa del musical del Rey León con el CD dentro, la carta que recibí por mi décimo octavo cumpleaños, las púas de uno de mis grupos favoritos (Aerosmith, grandes), la pulsera que me regaló la primera vez que visité Madrid… y ese otro dibujo surrealista que me inspira tranquilidad, y a su vez motivación por lograr mis sueños…  Todo esto conforma mi presente y caracteriza mi futuro.

Es cierto, lo que estoy viviendo ahora no es fruto de mi imitación de los demás, lo que estoy viviendo es fruto de mis propias experiencias. No ando a ciegas, como iba hace un rato por mi pasillo, tengo un sueño y unos objetivos. Pero lo mejor es que no me hallo perdida en un sórdido camino, sino que éste se encuentra perfectamente iluminado hacia mi meta.

En ese preciso momento, decido volver a caminar por el pasillo y, a medida que avanzo, puedo ver que los espejos reflejan a la perfección esa silueta que consideraba la mía propia y que, sin embargo, era la de ella. Ahí está siempre, protegiéndome e iluminándome a diario, aunque no la vea, como la Luna. Por muy lejos que esté de mí, puedo abrazarla cada noche, pues su crepúsculo me arropa.


Entonces es cuando por fin me doy cuenta: somos únicos por nuestro pasado, somos únicos por nuestras decisiones, somos únicos por nuestros sueños, somos únicos por la gente con la que vamos… somos únicos por la persona a la que amamos.

Espero que os haya gustado, porque a mi me ha encantado escribirlo. 
Por cierto, el dibujo que veis en la fotografía es de Cristina Medina, aquí tenéis su web: http://cristinamedsan.wix.com/fotobook :)

¡Hasta la próxima!

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